Plácido
“Realmente, lo que yo hago en mis películas es dirigir el tráfico”
Luis García Berlanga
“Realmente, lo que yo hago en mis películas es dirigir el tráfico”
Luis García Berlanga
Honor de Cavalleria es un canal de viveza. Las imágenes no registran sino que fluyen. No encierran sino que abren (fotograma 1). Poseen una estructura frondosa que habilitan una singular alquimia: la de hacer sentir el tiempo como una hendidura o un desgarro abierto y amenazante. La figura de Sancho (Lluís Serrat) aparece sentada en el suelo al fondo del encuadre, no del todo visible pues en primer término las espigadas hierbas camuflan su imagen. Aparece el Quijote (Lluís Carbó), se acerca a Sancho y le pide que le haga una corona de laurel.
“Esta misma mañana te enviaré las películas y esta grabación. Si ocurre lo que imagino nadie te mandará la última película. Tendrás que venir tú a por ella”
Paradojas del cine, y de la vida, o viceversa.
Llegado a España como representante comercial de los objetivos Totalscope (la versión italiana de los Cinemascope americanos), y después de rodar su ópera prima Los chicos (1959), Marco Ferreri conoce al escritor Rafael Azcona, con quien inmediatamente colabora para llevar a la pantalla dos de sus novelas: El Pisito (1959), y la presente El cochecito, ostentando el honor de inaugurar la filmografía del que habrá de ser uno de los más brillantes guionistas de la cinematografía española (“Escribo guiones porque me resulta más fácil que escribir novelas", confesó en
La historia de Ramon Mercader, el hombre que mató a León Trotski, es sin lugar a dudas una de las más increíbles y rocambolescas del siglo XX. La crónica de un hombre, manipulado por un régimen y dominado por una madre posesiva hasta la asfixia, a la conquista de una quimera.
“Casi todos mis personajes sufren un desengaño y luego cambian, sea para bien o para mal. Es el tema del Quijote a fin de cuentas. Un sueño de locura y finalmente el retorno a la razón"
Luis Buñuel
Plano contrapicado de una carretera desierta al atardecer, franqueada por un par de árboles de ramas desnudas. Aparece en primer término la frágil silueta de un ciclista que avanza hacia la línea del horizonte hasta desaparecer en un cambio de rasante. A los pocos segundos, un automóvil que viene en dirección contraria se detiene bruscamente a lo lejos. Corte a un plano corto de sus ocupantes, Juan (Alberto Closas) y Maria José (Lucía Bosé), observando alarmados hacia un punto de la carretera a sus espaldas.
Una coproducción entre la España de la década de los cincuenta, la República Federal Alemana y Suiza, dirigida por un cineasta de origen húngaro establecido en la cinematografía española tras un periplo por diversos países europeos, y autor de una filmografía con obras tan castizas como Doña Francisquita, Tarde de Toros o Marcelino Pan y Vino, no presentaba a priori los ingredientes más alentadores para llevar a buen puerto la historia del psicópata asesino de niñas que tiene aterrorizados a los habitantes de un pequeño cantón suizo.
El plano inicial de El extraño viaje reúne algunos de los principales atractivos de esta modesta (en cuanto a producción) pero extraordinaria (por sus logros) película: tras los títulos de crédito sobre un recorrido por las portadas de distintas publicaciones de la época (La codorniz, El Caso, Life, El Alcázar, Hola,…), la cámara sigue en panorámica hasta una rústica pared de cal blanca en la que aparece súbitamente una mano sosteniendo un corsé, mientras escuchamos las quejas de una mujer por el robo de una prenda idéntica; la cámara retrocede hasta encuadrar al grupo de