Asaltar los cielos

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Asaltar los cielos
Director:
Javier Rioyo / José Luis López-Linares

Título Original: Asaltar los cielos / Año: 1996 / País: España / Productora: Cero en conducta / Duración: 94 min. / Formato: BN - 1.37:1
Guión: José Luis López-Linares, Javier Rioyo / Fotografía: José Luis López-Linares / Música: Alberto Iglesias
Fecha de estreno: 1996

La historia de Ramon Mercader, el hombre que mató a León Trotski, es sin lugar a dudas una de las más increíbles y rocambolescas del siglo XX. La crónica de un hombre, manipulado por un régimen y dominado por una madre posesiva hasta la asfixia, a la conquista de una quimera. Una crónica que recorre buena parte de la historia europea del pasado siglo, de la Barcelona republicana hasta La Habana de Fidel Castro, pasando por París, Moscú, Nueva York, Ciudad de México y de nuevo Moscú, siguiendo el rastro de “un hombre sin nombre” destinado a asaltar los cielos y que acabó enterrado en el olvido después de haber pasado veinte años en una cárcel mexicana.
 
Sirviéndose de una narración caleidoscópica a manos de una infinidad de personajes que convivieron con el personaje, Javier Rioyo y José Luis López Linares ofrecen un minucioso relato de la vida de Ramon Mercader. La relación de nombres es de una exhaustividad abrumadora: su hija adoptiva, Laura Mercader; su hermano menor, Luis Mercader; Víctor Alba, el periodista que identificó su verdadera identidad estando ya en la cárcel; Teresa Palau, militante comunista residente en Moscú; Maria Craipeau, amiga de Silvia Agelof, la primera pareja de Mercader; David Zlatopolski, amigo de Mercader durante su última estancia en Moscú; Mark Sharon, miembro de la guardia de Trotski; Bartomeu Costa-Amic, exiliado en México, que llegó a enfrentarse a la madre de Ramón Mercader sospechando la trama urdida contra Trotski (“¡Tu cabrona, has venido a preparar el asesinato de Trotski!”); Eduardo Ceniceros, abogado de Mercader; Esteban Volkov, nieto de León Trotski; Juana Proenza, amiga de Frida Khalo, quien junto a Diego Rivera, acogió a Trotski a su llegada a México; un compañero de cárcel de Ramon Mercader; Santiago Carrillo; Guillermo Cabrera Infante; Manuel Vázquez Montalbán; además de otros miembros de la guardia personal de Trotski, exiliados, periodistas, o la misma Sara Montiel, que llegó a visitar a Mercader en la cárcel durante una de sus giras por México.
 
Pero la película no se limita a la mera narración de la increíble historia del conocido como asesino del piolet (el arma que usó para cometer el crimen), sino que, tomando como eje el magnicidio del líder soviético, aborda una infinidad de temas más propios de la mejor de las ficciones cinematográficas que de un mero documental histórico. Hay, en Asaltar los cielos, la historia de una personalidad anulada por una madre dominante, Caridad Mercader (un personaje que hubiera hecho las delicias del propio Alfred Hitchcockfotograma 1); la de una conspiración política llevada a cabo desde las hoy en día tan tristemente célebres cloacas del estado; la de un hombre que se sabe condenado a morir y que celebra cada nuevo día como una prórroga concedida por su ejecutor (“Natalia, él nos ha dado un día más”, se cuenta que le decía cada mañana Trotski a su esposa refiriéndose a Stalin), o la de una mujer, Silvia Agelof, que ve cómo el hombre del que ha estado enamorada la ha utilizado como un mero instrumento para poder cumplir su misión, acabar con la vida de León Trotski.
 
Sirviéndose de un valiosísimo catálogo de imágenes documentales, apoyadas por la espléndida voz en off de la actriz Charo López, Rioyo y López Linares recorren algunos de los principales episodios de la historia de España del pasado siglo, siempre tras las huellas de su protagonista, Ramon Mercader: la Barcelona bohemia de la década de los años 20, la República, el estallido de la Guerra Civil, el exilio,… Justamente en el capítulo sobre los llamados niños de la guerra, encontramos uno de los mejores y más emocionantes momentos de la película, con las imágenes de los hijos de los republicanos subiendo a los trenes hacia Moscú al son de la bellísima canción de Mikel Laboa, Baga-Biga-Higa, en lo que había de ser una corta estancia de apenas unos meses (para quedar a salvo de los bombardeos del ejército fascista) que acabaría convirtiéndose en más de cincuenta años de exilio en la Unión Soviética (fotograma 2). Más adelante, las notas de la misma canción resuenan sobre las imágenes de esos mismos niños de la guerra reencontrándose durante su vejez (fotograma 3), todos ellos extranjeros en su propia patria, como se lamenta uno de ellos en un momento de la película: “En España voy a ser ruso, y en Moscú seré español para siempre”. No va a ser ésta la única vez en la que Rioyo y López Linares proponen un inteligente uso de la música como refuerzo o contrapunto a las imágenes de archivo que utilizan: véase el fragmento del bombardeo a una Madrid sitiada y en ruinas, con los acordes de un pasodoble de fondo; o el episodio de los funerales de León Trotski, acompañado por una ranchera que glosa el magnicidio (“Murió Trotski asesinado de la noche a la mañana, porque habían premeditado venganza tarde o temprano” – fotograma 4).
 
Hay muchos otros episodios, todos ellos narrados por testigos directos de los sucesos que se relatan, dignos de destacarse en la insólita historia alrededor de la figura de Ramon Mercader: la relación de Frida Khalo con Trotski, que llevó a la esposa de éste, Natalia Sedova, a forzar que se trasladaran a una casa propia (que Trotski convirtió en un fortín para protegerse de cualquier ataque); el primer intento de asesinato a Trotski, con un tiroteo a las puertas de su alcoba por parte de un escuadrón de unos veinte hombres comandados por el pintor David Alfaro Siqueiros, que no acabó con la vida del dirigente exiliado probablemente “por el miedo y el tequila que los asaltantes habían tomado de más antes de entrar”; el intento de huida de Mercader de la cárcel, frustrado in extremis de forma involuntaria por su madre, que con sus presiones para conseguir su libertad únicamente consiguió que fuera confinado a una celda de mayor seguridad (“Nunca se lo perdonaré”, se dice que sentenció Mercader en quizá el único acto de protesta contra su madre en toda su vida); y, por supuesto, el relato del magnicidio, escenificado en la película por el ex agente de la KGB, Yuri Paparov, que representa con todo detalle la escena que culminaría con el terrible grito de la víctima que había de acompañar a Ramon Mercader hasta el día de su muerte (fotograma 5).
 
Tras el magnicidio, la película relata el triste periplo de un hombre que no fue “ni siquiera un esbozo de héroe”: su detención (fotograma 6); sus veinte años de cárcel; su regreso a Moscú, en donde permanece prácticamente camuflado y con una nueva identidad; y su retiro a La Habana, en donde viviría hasta su muerte. Al final, tras visitar el cementerio moscovita en el que reposan los restos de un anónimo Ramon Ivanovich López (el personaje cambió de nombre hasta en cuatro ocasiones a lo largo de su vida, en un proceso en el que poco a poco había ido “aprendiendo a dejar de ser Ramón Mercader”), uno de sus últimos amigos relata que Mercader siempre decía, durante los últimos años de su vida, que si hubiera podido regresar a España habría querido ir a un pequeño pueblo de la Costra Brava (probablemente unos cielos mucho más cercanos que aquellos que le habían ordenado asaltar), cuyas banales imágenes de playas repletas de turistas cierran la película.
 
“Ramon, ¡cómo nos han engañado!”, relata el periodista Eusebio Cimorra que se lamentó ante Mercader en una ocasión, ya de regreso a la Unión Soviética tras veinte años de cárcel. A lo que Mercader respondió: “Cimorra, a unos más que a otros… a unos más que a otros”
 
David Vericat
© cinema esencial (septiembre 2019)

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