El beso mortal

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Director:
Robert Aldrich

Título Original: Kiss Me Deadly / Año: 1955 / País: EStados Unidos / Productora: United Artists / Duración: 106 min. / Formato: BN - 1.66:1
Guión: A.I. Bezzerides (Novela: Mickey Spillane) / Fotografía: Ernest Laszlo / Música: Frank DeVol
Reparto: Ralph Meeker, Albert Dekker, Paul Stewart, Juano Hernández, Maxine Cooper, Gaby Rodgers, Wesley Addy, Nick Dennis
Fecha estreno: 08/05/1955 (Denver, Colorado)

Kiss me Deadly, tercer largometraje de Robert Aldrich tras su doble incursión en el western con Apache y Veracruz (ambas de 1954), es una película extraña e impensable en el cine contemporáneo: concebida como una de las clásicas producciones de serie B de la década de los cincuenta (un modelo que ofrecería no pocas joyas aprovechando justamente su condición minoritaria y, por tanto, la menor atención recibida por parte de los guardianes del pensamiento políticamente correcto), se diría que Aldrich se aprovecha de las convenciones del formato para abordar esta historia detectivesca despojándola de cualquier aderezo o detalle más allá de los estrictamente necesarios para hacer avanzar al detective Mike Hammer (Ralph Meeker) en su investigación. Despellejada así de toda cobertura, Aldrich nos sirve la historia mostrándonos únicamente su armazón y a sus protagonistas actuando como piezas mecánicas carentes de sentimientos.
 
La opción de Aldrich no es caprichosa si se piensa en las características que definen al héroe de la película: protagonista de una docena de novelas del escritor Mickey Spillane (entre las que se cuentan la obra homónima en la que se basa el filme), Mike Hammer es un detective duro, solitario, cínico y machista (claro precedente del agente Harry Callahan que encarnaría Clint Eastwood un par de décadas más tarde); un personaje con escasos escrúpulos y nula empatía emocional que no tiene ningún reparo en aprovecharse de la atracción que siente por él su secretaria Velda (Maxine Cooper) para utilizarla como señuelo para fabricar pruebas con las que acusar a los maridos infieles en los casos de divorcio que investiga (a la vez que él mismo se encarga de las esposas cuando el caso lo requiere).
 
“Eres uno de esos machos egoístas que sólo piensan en su ropa, en su coche, en sí mismos”, le espeta Christina (Cloris Leachman) en el mismo arranque de la película al protagonista, después de que éste la encuentre corriendo en plena noche en la carretera (fotograma 1). Un espléndido inicio en el que Aldrich nos ofrece ya una buena muestra de la puesta en escena de ritmo seco, violento y plagado de abruptas elipsis que va a dominar toda la película: después de sortear un control policial (en el que Hammer oculta la identidad de la fugitiva), el vehículo es detenido en una emboscada por unos misteriosos personajes de los que únicamente podemos ver los pies; corte a un plano de las piernas desnudas de la joven en el que escuchamos sus desgarradores gritos al ser torturada mientras el protagonista permanece inconsciente sobre un viejo camastro en la estancia contigua (fotograma 2); nuevo corte a un plano del vehículo de Hammer, en el interior del cual se encuentran el detective y la joven inconscientes, justo antes de ser arrojado por un precipicio y estallar en llamas.
 
Tras este vertiginoso arranque, de apenas diez minutos, la historia seguirá las pesquisas del detective cada vez más obsesionado por averiguar la razón por la cual Christina fue asesinada. Para ello, deberá enfrentarse no sólo a los miembros de la misteriosa organización que acabó con la vida de la joven, sino también a la policía federal (encabezada por el teniente Pat Murphy - Wesley Addy) de cuya custodia huía la víctima la noche en que fue recogida por Hammer en la carretera. El desarrollo de la trama a partir de este punto no deja de cumplir los cánones al uso de toda película detectivesca: gracias a la colaboración su diligente secretaria, Hammer va desenmarañando una compleja trama en la que aparecen multitud de personajes relacionados con la víctima: un periodista científico desaparecido, la compañera de piso de Christina, un boxeador misteriosamente atropellado, un cantante de ópera de tercera categoría y, cómo no, un par de matones al servicio del jefe de la banda criminal que acabó con la vida de Christina. Pero Aldrich parece mucho más interesado en construir una atmósfera malsana, de tono pesadillesco (apoyado en una puesta en escena de planos cada vez más angulados – fotograma 3), que en justificar la aparición y motivaciones de cada uno de los personajes que harán avanzar la investigación (casi todos revelados de forma un tanto forzada por la eficaz Velda).
 
Estamos pues, ante la clásica historia en la que diversas fuerzas compiten por un mismo objetivo, aquí materializado en una misteriosa caja que Christina habría escondido antes de caer en manos de la policía (y que sólo al final deduciremos que contiene uranio en estado puro). Una suerte de infernal caja de Pandora mediante la cual Aldrich propondrá una sorprendente sublimación del objeto codiciado (tal como señalan Jordi Balló y Xavier Pérez en su espléndido estudio La semilla inmortal) y que conducirá a un apocalíptico desenlace (fotograma 4) del que Spielberg tomaría buena nota para la primera entrega de su célebre saga del aventurero Indiana Jones.
 
David Vericat
© cinema esencial (septiembre 2015)
 
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VÍDEOS: 
Trailer (V.O.I.)

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