Sin novedad en el frente

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Sin novedad en el frente
Director:
Lewis Milestone

Título Original: All Quiet on the Western Front / Año: 1930 / País: Estados Unidos / Productora: Universal Pictures / Duración: 130 min. / Formato: BN - 1.33:1
Guión: George Abbott, Del Andrews, Maxwell Anderson (Novela: Erich Maria Remarque) / Fotografía: Arthur Edeson / Música: Maurice Jarre
Reparto: Lew Ayres, Louis Wolheim, John Wray, Arnold Lucy, Ben Alexander, Scott Kolk, Owen Davis Jr., Walter Browne Rogers, Slim Summerville, Russell Gleason, William Bakewell, Richard Alexander, Harold Goodwin, Pat Collins
Fecha estreno: 21/04/1930(Los Angeles, premiere) - 29/04/1930 (USA)

En el plano inicial de Sin novedad en el frente vemos un destacamento del ejército alemán desfilando por la calle principal de una población desde el interior de una vivienda; seguidamente, la misma escena nos es mostrada a través de los ventanales de una escuela, mientras escuchamos a un viejo profesor arengando a sus estudiantes sobre la necesidad de ir a combatir en el frente de guerra (“Dulce y apropiado es morir por la patria”). La guerra es vista como un espectáculo glorioso desde la seguridad de los edificios en la retaguardia y los jóvenes, contagiados por el exaltado discurso del profesor, salen de la escuela para dirigirse eufóricos al centro de alistamiento. Es el triunfo de lo bélico sobre la vida civil, materializado en la imagen del aula vacía mientras en el exterior la multitud vitorea a los soldados (fotograma 1).
 
Una vez en el frente, después de un breve episodio en el que los jóvenes cadetes reciben instrucción, la primera imagen de la guerra también se nos ofrece a través de un gran ventanal desde el que vemos una población en ruinas a la que llegan los reclutas. De repente, escuchamos explosiones y en el siguiente plano vemos ya a los soldados cuerpo a tierra mientras uno de ellos, Behn (Walter Rogers), observa atónito el cadáver de un compañero tendido en su regazo. La guerra, con toda su crudeza, pasa de golpe a primer término y ya no va a ofrecer ninguna posibilidad de escapatoria a los protagonistas de la que puede considerarse como la primera gran obra de género bélico del cine sonoro (aun sin alcanzar la altura de la silente y magistral El gran desfile, de King Vidor, estrenada apenas cinco años antes). No en vano, uno de los grandes aciertos de Milestone (en la que sería igualmente su primera película sonora) fue prescindir absolutamente de la cualquier musica para ofrecer un admirable trabajo de sonido en el que los disparos, los silbidos y detonaciones de la bombas, el sonido de la lluvia, de la botas sobre el barro, las bayonetas en combate o los gritos de furia y de terror de los soldados toman pleno protagonismo para elaborar una auténtica sinfonía del horror en el frente de guerra. Sirva como muestra la primera secuencia en la que los soldados llegan a las trincheras con la misión de tender una línea de alambradas: escuchamos una explosión y después, tras un brevísimo y tenso silencio, los terribles alaridos de Behn que, alcanzado por la detonación que la ha dejado ciego, corre despavorido en mitad de la noche hasta ser finalmente alcanzado por el fuego enemigo. Para quien esto escribe, una de las más sobrecogedoras secuencias de la historia del cine de guerra. Poco antes, un plano que refleja a la perfección el sentimiento de angustia de los jóvenes soldados cuando, rumbo a las trincheras, no pueden evitar volver el rostro para observar atemorizados el camino que van dejando atrás en su avance hacia el escenario del horror inminente.
 
Y si el trabajo con el sonido es ejemplar, no lo es menos el de la puesta en escena, especialmente en las secuencias bélicas: los largos travellings que recorren las trincheras repletas de soldados que observan en tenso silencio el brumoso horizonte en espera del ataque enemigo (fotograma 2), o que siguen el avance de las tropas a lo largo de un paisaje bañado por las bombas hasta mostrar el enfrentamiento cuerpo a cuerpo de los combatientes; los soldados cayendo bajo el fuego de las ametralladoras; los cuerpos mutilados sobre las alambradas; los grandes planos generales del campo de batalla contrastando con los primeros planos de los soldados reflejando el terror en sus rostros mientras esperan agazapados en las trincheras. Secuencias canónicas que inspirarán muchas de las posteriores aportaciones al género y de las que Spielberg tomaría buena nota a la hora de acometer su celebrada apertura en Salvar al soldado Ryan.
 
“¿Cómo empieza una guerra?”, se pregunta en uno de los escasos momentos de descanso el veterano Tjaden (Slim Summerville). Y ante la falta de respuestas coherentes (“Un país ofende a otro”; “¿Cómo puede un país ofender a otro?”), su compañero Westhus (Richard Alexander) sentencia: “Alguien debe estar beneficiándose con esto”. La denuncia de la novela original de Erich Maria Remarque toma cuerpo sobre todo en la figura del protagonista Paul (Lew Ayres), quien más adelante, durante un permiso después de caer herido en el frente, se reencontrará con su viejo profesor para echar por tierra su patriótico discurso ante un nuevo grupo de estudiantes: “Es sucio y doloroso morir por la patria. Cuando se trata de morir por la patria, es mejor no morir”.
 
La transformación de Paul, del joven exultante que se había alistado voluntario al soldado desengañado que se reencuentra con su familia durante su convalecencia, se produce después de diversos episodios dramáticos en el frente de guerra: la ya citada muerte de Behn en las trincheras; la de Kemmerick (Ben Alexander) en el hospital (cuyas relucientes botas irán pasando de un soldado a otro a la muerte de sus respectivos dueños); y, sobre todo, el momento en el que Paul queda atrapado en una trinchera junto a un soldado francés al que ha herido de muerte (una secuencia deudora de la muy parecida que King Vidor incluyó en la citada El gran desfile). Obligado a ser testigo de su agonía, el protagonista acabará sollozando ante el rostro inerte del soldado francés, que pasa de ser un concepto abstracto a convertirse en una personalidad individual, con nombre, apellido y familia, a quien Paul se ve incapaz de identificar como el enemigo (fotograma 3).
 
De regreso al frente de guerra Paul recibe un último y definitivo golpe con la muerte del entrañable Katzinsky (Louis Wolheim). A partir de este momento, el protagonista se convierte en un muerto en vida (una idea anticipada a mitad de la película con la imagen del soldado semienterrado entre ataúdes durante un bombardeo que le sorprende avanzando por un cementerio), cuya mirada únicamente se iluminará por ultima vez ante la visión de una mariposa posada sobre el lodazal de la trinchera. El plano de la mano del soldado intentando alcanzar la mariposa y deteniéndose repentinamente tras el disparo de un francotirador (de rostro sospechosamente parecido al del soldado francés al que Paul había dado muerte en la trinchera) se convertirá a partir de este momento en una de las imágenes antibelicistas más icónicas de la historia del séptimo arte (fotograma 4), así como el que cierra la película, con los rostros atemorizados de los jóvenes reclutas avanzando sobre un paisaje inundado de cruces (fotograma 5).
 
David Vericat
© cinema esencial (noviembre 2018)

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