A sangre fría

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Director:
Richard Brooks

Título Original: In cold blood / Año: 1967 /  País: Estados Unidos / Productora: Columbia Pictures / Duración: 134 min. / Formato: B/N - 2.35:1
Guión: Richard Brooks (Novela: Truman Capote) / Fotografía: Conrad Hall / Música: Quincy Jones
Reparto:  Robert Blake, Scott Wilson, John Forsythe, Paul Stewart, Jeff Corey, Gerald S. O'Loughlin, John Gallaudet, James Flavin, Charles McGraw, Will Geer, Vaughn Taylor
Fecha estreno: 14/12/1967 (NY)

“La horca no es más que una venganza. ¿Qué tiene de malo la venganza? Yo me llevo vengando toda la vida. Pues claro que estoy a favor… ¡Siempre y cuando no me cuelguen a mí!”
 
La respuesta de Dick Hickcock, ya en el corredor de la muerte, cuando el periodista Bill Jensen (Paul Stewart) le pregunta si está a favor de la pena capital es significativa con respecto al planteamiento con que Richard Brooks aborda este tema en A sangre fría (en todo caso, muy en consonancia con la intención del excelente texto original de Truman Capote, del cual la película es para mí fidelísima y brillante adaptación): si durante noventa minutos hemos asistido al minucioso e impasible relato del día a día de Dick Hickcock (Scott Wilson) y Perry Smith (Robert Blake) en su huida a la deriva después de asesinar a la familia Clutter y hasta ser capturados por la policía, en la media hora final de la película se nos muestra de la misma manera el procedimiento que lleva a los convictos desde el juzgado hasta la horca, en una especie de realidad reflejada que pone en evidencia (y equipara) la sinrazón de ambas acciones.
 
La película arranca con un magnífico montaje en paralelo que encadena las acciones por separado de Perry (violando su libertad condicional a bordo de un autobús hacia Kansas), Dick (acudiendo al encuentro de Perry) y los miembros de la familia Clutter (al inicio de una nueva jornada familiar). Este falso encadenamiento de acciones (la imagen de la joven Nancy - Brenda Currin – respondiendo al teléfono enlaza con la de Perry también al teléfono y ésta con la de Dick reservando una habitación a nombre de su cómplice) transmite una sensación de unidad espacio-temporal que sugiere la inexorabilidad del fatal encuentro entre la pareja de delincuentes y la familia Clutter. Inexorabilidad de la que el propio Perry parece ser plenamente consciente al intentar en vano contactar por teléfono con su mejor amigo en la cárcel, como posteriormente le confesará al reverendo de la prisión (“si me hubiera visto algún loquero habría sabido que no estaba listo para la condicional”) y que también sentiremos, como ya se ha apuntado, en el vertiginoso recorrido de los dos convictos desde el juzgado hasta el corredor de la muerte, tal como sentencia el periodista Jensen mientras contempla la sala vacía en la que acaba de celebrarse el juicio: “Llevó cuatro horas elegir al jurado. En tres días el estado presentó la acusación. En una hora y media se hizo la defensa. Y el jurado emitió su veredicto en cuarenta minutos” (fotograma 1).
 
A partir del encuentro de Dick y Perry en la estación de autobuses, el montaje en paralelo se mantendrá alternando las imágenes del viaje de los dos delincuentes hasta la granja de los Clutter (siguiendo el plan de Dick, al que un compañero de prisión le aseguró que en la granja existía una caja fuerte con diez mil dólares) con las de la familia en sus quehaceres cotidianos (único reparo en este caso a la por otro lado excelente banda sonora de Quincy Jones, que subraya con una melodía excesivamente melosa las imágenes de la familia en contraste con la música jazzística que acompaña el trayecto de la pareja protagonista).
 
Inteligentemente, Brooks deja en suspenso en este punto la descripción del crimen y pasa por corte, del plano nocturno de Dick y Perry en el interior del coche frente a la granja de los Clutter (fotograma 2), al travelling diurno del interior de la granja una vez cometido el múltiple asesinato, momento en el cual entran en escena el policía Alvin Dewey (John Forsythe) y el periodista Bill Jensen, que van a compartir dudas, sospechas y teorías durante la búsqueda de los asesinos. Así, mientras el policía Dewey centra su búsqueda en encontrar un móvil (“el asesinato no tiene ningún misterio, solo lo tiene el motivo”), el periodista Jensen le sugerirá la posibilidad de que justamente dicho móvil no exista, mencionándole casos en los que los asesinos actuaron “sin móvil aparente, sin ser capaces de distinguir la realidad de la fantasía y que no odiaban a sus víctimas, ni siquiera las conocían” (idea con la cual coincide claramente el discurso de la película, que se centra sobre todo en la figura de Perry para describir mediante un par de flashbaks una tortuosa infancia que explicaría en parte su comportamiento).
 
De nuevo la película plantea una estructura que combina las escenas de la investigación de la policía con el recorrido de Dick y Perry en su errática huida, primero a México (en donde Perry espera encontrar alguno de los tesoros de los que le habló su padre durante su infancia) y luego de regreso a los Estados Unidos, donde finalmente serán capturados (una captura que Brooks filma una vez más con absoluta ausencia de dramatismo: un travelling frontal del automóvil de los fugitivos al que se acerca un coche de policía – fotograma 3 - da paso por corte al plano de Dick y Perry ya en el interior de la cárcel).
 
Tras una jornada de interrogatorio, y ante la evidencia de las pruebas, Dick acaba desmoronándose y confiesa el crimen, cargando la ejecución material sobre Perry, el cual será el que finalmente describa los hechos acontecidos en la granja de los Clutter: “Por qué le seguí el juego? ¿Quién sabe cuándo algo comienza? Cuando Dick me contó el plan la primera vez, no parecía de verdad. Después, cuanto más cerca, más real se volvía. Como si la broma tuviera vida propia y nadie pudiera pararla. Era como si me estuvieran contando un cuento y necesitara saber cómo iba a terminar”.
 
Asistimos por fin a la crónica del asalto a la granja de los Clutter, siguiendo la narración de Perry. Una secuencia ejemplar que incide nuevamente en la fatal inexorabilidad de los hechos acontecidos (idea reforzada durante todo el metraje por el excelente montaje de la película) debido a su carácter retrospectivo (el espectador conoce exactamente el trágico desenlace del episodio). Significativamente, Brooks deja sin embargo las imágenes de los cuatro asesinatos en el espacio del fuera de campo (prácticamente el único detalle del asalto que no nos muestra). Un tratamiento muy distinto al que nos ofrece durante la ejecución de los dos protagonistas, que el director nos obliga a presenciar íntegramente.
 
“Quizá esto ayude a que no vuelva a pasar lo mismo”, sugiere un joven periodista al veterano Jensen, a lo que este responde escuetamente: “Sería la primera vez”. Al fondo, la imagen final de los ejecutados colgando de la soga se erige como uno de los más duros alegatos en contra de la pena de muerte jamás filmados (fotograma 4).
 
David Vericat
© cinema esencial (diciembre 2013)

VÍDEOS: 
Trailer (V.O.I.)

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