Nanook, el esquimal

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Nanook, el esquimal
Director:
Robert J. Flaherty

Título Original: Nanook of the North / Año: 1922 / País: Estados Unidos / Productora: Films 59 / Duración: 79 min. / Formato: BN - 1.33:1
Guión: Robert J. Flaherty / Fotografía: Robert J. Flaherty
Reparto: Allakariallak, Nyla, Allee, Cunayou
Fecha estreno: 11/06/1922 (USA)

“Esta historia se refiere a la vida de un tal Nanook (el oso), su familia y un pequeño grupo de seguidores, los ‘Itivimuits’ de Hopewell Sound, Ungava del Norte. Gracias a su amabilidad, fe y paciencia se hizo esta película”

 

Presentada unánimemente como el primer documental de la historia del cine, Nanook el esquimal, opera prima de Robert J. Flaherty, podría ser, en todo caso, la primera película documental con una puesta en escena narrativa, es decir, la primera película que se sirve de la acción dramática para recrear la realidad, en este caso las formas de vida de una familia de esquimales. Documentales los hubo, de hecho, desde el mismo nacimiento del cinematógrafo, a partir del momento en que los hermanos Lumière instalaron su cámara frente a una fábrica para rodar la salida de sus obreros en la que se considera la primera película de la historia del séptimo arte. La novedad del film de Flaherty es, por tanto, el uso de los recursos dramáticos para añadir tensión y dramatismo a su descripción de la vida cotidiana de Nanook, con la consiguiente manipulación de la realidad que ello implica (un recurso que le valió no pocas críticas en su época – aunque la película obtuvo un notable éxito de público en su estreno -  pero que permitió el pleno desarrollo de un género que hasta ese momento había permanecido a la sombra de la ficción).

 

“Con el descubrimiento de un grupo de focas dormido en la orilla comienza el suspense”, reza uno de los intertítulos de la secuencia de la caza de focas por parte de la expedición capitaneada por Nanook (en la vida real, el esquimal Allakariallak): Flaherty no oculta su vocación narrativa, insuflando dramatismo al relato para provocar la atención del espectador, como tampoco renuncia a la alteración de los hechos para poder reflejar la realidad de manera más efectiva (mediante el montaje, pero también reconstruyendo en la ficción una realidad alterada: la esposa de Nanook, Nyla, era en realidad compañera sentimental del propio Flaherty).

 

Esto no resta ningún ápice de verdad a las imágenes de Nanook, antes al contrario: si el lector quiere saber cómo se construye un iglú le recomiendo acudir a la extraordinaria secuencia en la que Flaherty nos da cuenta de dicho proceso hasta el más mínimo detalle (incluyendo la instalación de una claraboya de hielo y un ingenioso sistema para reflejar la escasa luz solar en su interior – fotograma 1), aunque para ello (o justamente gracias a ello) el director tuviera que construir un iglú seccionado que le permitiera rodar a la familia del protagonista en las escenas interiores (en un iglú real era imposible ubicar la cámara con la distancia necesaria para rodar los planos de la familia – fotograma 2). Lo mismo ocurre con la secuencia en la que Nanook lucha con todas sus fuerzas con una enorme foca a la que ha arponeado a través de un pequeño orificio en el hielo (manteniendo sujeta la cuerda para retener a la bestia hasta que llega el resto de la expedición y consiguen extraer la presa entre todos): el actor Allakariallak, por lo visto acostumbrado ya por aquél entonces a cazar con rifle, siguió las indicaciones de Flaherty para interpretar de manera más que convincente el papel de cazador tradicional.

 

Hay otras muchas secuencias que describen el modo de vida de los esquimales a través de sus costumbres pero, sobre todo, a través de los recursos puestos en práctica para subsistir en unas tierras cuya “esterilidad del suelo y rigor del clima hacían que en ellas no pudiera  sobrevivir otra raza”: el uso del musgo como único y preciado combustible; el cuidado de los kayaks a base de pieles de foca; la destreza de Nanook cruzando los inestables témpanos de hielo en busca de un lugar para pescar y en el uso de su tridente para atrapar sus presas; el despiece de las enormes focas; o la tensa convivencia con los indispensables perros guía, en permanente lucha entre ellos para convertirse en el jefe de la manada. Como tampoco faltan los momentos de humor: Nanook llegando al “gran iglú del hombre blanco” (el centro comercial en el que el protagonista intercambia sus pieles por “cuchillos y caramelos”) en un angosto kayak del interior del cual emergen como por arte de magia todos los miembros de la familia (el pequeño Allee, Nyla con un bebé, su otra esposa, Cunayou,… e incluso el perro Comock! – fotograma 3); o la asombrada reacción del esquimal ante el funcionamiento de un gramófono. Ni episodios que retratan los (escasos) momentos de descanso, como la secuencia en la que Nanook juega con su hijo Allee simulando una escena de caza con un arco de juguete y un oso polar de nieve.

 

Pero las duras condiciones de la inhóspita región polar dominan casi por completo el día a día de los protagonistas y así, tras una nueva jornada de caza, la expedición se ve sorprendida por una violenta tormenta de viento (impresionantes las imágenes de los cazadores atravesando la llanura entre ráfagas de nieve – fotograma 4) que les obliga a refugiarse en un iglú abandonado, mientras en el exterior los perros aguantan estoicamente las inclemencias del tiempo. El plano de la familia descansando bajo las pieles de foca a la espera de que la tempestad amaine y les permita proseguir su camino es la imagen que cierra esta epopeya sobre la supervivencia del hombre enfrentado a la naturaleza en la más extrema de sus manifestaciones.

 

David Vericat
© cinema esencial (agosto 2016)

 

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