La presa desnuda

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La presa desnuda
Director:
Cornel Wilde

Título Original: The Naked Prey / Año: 1965 /  País: Estados Unidos / Productora: Sven Persson Films, Theodora Productions / Duración: 96 min. / Formato: Color - 2.35:1
Guión: Cornel Wilde, Don Peters / Fotografía: H.A.R. Thomson / Música: Edwin Astley, Andrew Tracey, Cornel Wilde
Reparto:  Cornel Wilde, Gert Van den Bergh, Ken Gampu, Patrick Mynhardt, Bella Randles, Morrison Gampu, Horace Gilman
Fecha estreno: 03/06/1965 (Festival de Cine de San Sebastian)

“Hace un centenar de años África era un vasto continente desconocido. Sólo unos pocos exploradores y misioneros, los cazadores de elefantes y los infames traficantes de esclavos, arriesgaban sus vidas por sendas empantanadas de sangre. Su botín eran relucientes colmillos de marfil y sudorosos esclavos vendidos por sus propios jefes de tribu durante las incesantes luchas tribales o capturados por los negreros. El león y el leopardo cazaban sin piedad entre los inmensos rebaños de animales. Y los hombres, incapaces de comprender a los otros hombres, se volvían como bestias. Y sus vidas eran como las de las bestias”
 
Actor de no demasiado éxito en más de ochenta títulos, Cornel Wilde tuvo también una no muy prolífica carrera como director (ocho largometrajes) en la que destaca este estimulante film de aventuras: una obra atípica por la contundencia y desnudez de su puesta en escena para narrar la epopeya de un hombre convertido en presa de caza que debe enfrentarse primero a sus implacables perseguidores y, en última instancia, a las salvajes fuerzas de la naturaleza.
 
El film arranca con la salida de la expedición de caza al mando del protagonista (personaje del que significativamente no conoceremos el nombre, convertido aquí en figura arquetípica del hombre enfrentado a la naturaleza, interpretado por el propio Cornel Wilde) en busca del preciado marfil de los colmillos de elefante. Un plano general de la fortificación que nos da buena muestra de la sobria (y sorprendente) puesta en escena qua va a dominar la película (fotograma 1): por un lado, marcando la dirección del movimiento de los expedicionarios, siempre de izquierda a derecha de plano en su itinerario de ida, que se confrontará a la imagen opuesta (recorrido de derecha a izquierda) que dominará todas las secuencias de la huida del protagonista en su regreso a la civilización (un recurso sencillo pero tremendamente efectivo que dice mucho de la solidez y coherencia narrativa de Wilde a la hora de planificar la narración) ; asimismo, destaca ya en esta primera secuencia el excepcional uso de la banda sonora, compuesta íntegramente por cánticos y percusiones de los indígenas africanos, con una utilización magistral de los diferentes ritmos de los tambores (como veremos más adelante) para marcar el ritmo de las secuencias o incluso sugerir estados de ánimo de los personajes.
 
Inmediatamente después (si hay algo que caracteriza la película es su absoluta ausencia de dilaciones), Wilde nos delata la catadura moral del dueño de la expedición (Gert van den Bergh) en tres breves pero concisas secuencias: primero, durante un descanso en el camino, cuando comenta su intención de entrar en el lucrativo negocio de esclavos; más tarde, tras la primera jornada de caza, al jactarse del número de piezas abatidas, sin mostrar ningún signo de arrepentimiento por contar entre ellas a elefantes sin colmillos (“He matado unos cuentos por deporte”, es su miserable argumentación ante el reproche del protagonista); y por último, en su humillante reacción contra el jefe de la expedición indígena (Ken Gampu) cuando éste les reclama algunos obsequios para permitirles proseguir la expedición (fotograma 2). Una actitud que provocará el posterior ataque de los indígenas y que dará lugar a algunos de los momentos más terriblemente crueles de la película, con el juicio e inmediato martirio de los prisioneros (la de uno de los expedicionarios cubierto de barro y horneado vivo es una de las imágenes más atroces que siempre quedaran grabadas en mi memoria – junto, entre alguna otra, la escena final de venganza de la sobrecogedora Freaks, de Tod Browning, cuya influencia en la citada secuencia de Wilde no cabría descartar), y que culminará con un plano que plasma con maestría una de las principales tesis de la película (la de la indisolubilidad de lo bello y lo terrible como elementos intrínsecos de la vida salvaje): presa de una jauría humana, uno de los expedicionarios cae abatido a puñaladas en una imagen cenital en la que destacan en primer término una bellísimas flores que enmarcan el terrible episodio (fotograma 3).
 
“Veo a un león. Que muera como un león”, sentencia el jefe de la tribu (Morrison Gampu) ante el protagonista después de ejecutar al resto de los expedicionarios, lo que dará inicio a la prueba de cacería humana a la que será condenado el único superviviente (en un acto de reconocimiento a su distinta actitud y, por tanto, ofreciéndole la improbable posibilidad de salvar su vida). Completamente desnudo, el hombre inicia su huida al son de los tambores: un magnífico travelling en montaje paralelo del fugitivo y perseguidores en el que el ritmo in crescendo de la percusión carga de tensión las imágenes hasta que, completamente agotados, presa y cazador caen fulminados sobre la tierra inerte (con la consecuente ralentización del golpe de tambores, convertidos ahora en hermosa onomatopeya de los latidos de los exhautos corazones – fotograma 4).
 
Alternando las secuencias de la huida y persecución con escenas de caza entre las distintas especies que habitan en la selva, Wilde describe la deshumanización del protagonista (implacable asesino de sus perseguidores en su desesperada lucha por la supervivencia) al que vemos finalmente como un simple integrante más de la inclemente cadena regida por las leyes de la naturaleza (elocuente el plano en el que el hombre atraviesa casi sin fuerzas una llanura mientras un buitre, en primer término, aguarda acechante el momento de su completo desfallecimiento – fotograma 5). Los perseguidores ya no son el enemigo, sino simplemente uno más de los actores de un escenario en el que la vida y la muerte se entrelazan como elementos intrínsecos e inapelables, tal como quedará reflejado en la mirada de mutuo reconocimiento entre presa y cazador en el cierre de esta hermosa y cruel película de aventuras.
 
David Vericat
© cinema esencial (diciembre 2015)
 
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VÍDEOS: 
Trailer (V.O.I.)

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