El año pasado en Marienbad

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El año pasado en Marienbad
Director:
Alain Resnais

Título Original: L'année dernière à Marienbad / Año: 1961 / País:  Francia-Italia / Productora: Cocinor. / Duración: 91 min. / Formato: BN - 2.35:1
Guión: Alain Robbe-Grillet / Fotografía: Sacha Vierny / Música: Francis Seyrig
Reparto: Delphine Seyrig, Giorgio Albertazzi, Sacha Pitoeff, Françoise Bertin, Luce Garcia-Ville, Pierre Barbaud
Fecha estreno: 25/06/1961 (Francia)

“… Toda esta historia ya terminó. Unos pocos segundos y se habrá helado para siempre, en un pasado de mármol, como este jardín tallado en la piedra, este hotel, con sus habitaciones ahora desiertas, este gente inmóvil y silenciosa, muerta quizá hace tiempo. Guardianes de los pasillos por los que avanzo a tu encuentro, entre renglones de rostros inmóviles, vigilantes, indiferentes. Mientras tú dudas, quizás, mirando fijamente la entrada de este jardín”
 
La voz en off con la que recorremos los laberinticos pasillos y estancias del hotel en el que tiene lugar la (no)historia de El año pasado en Marienbad nos da algunas pistas sobre posibles interpretaciones de este fascinante sueño cinematográfico urdido a dos manos por el guion de Alain Robbe-Grillet y la cámara de Alain Resnais (aunque el guionista afirmó que el texto que entregó a Resnais “era algo más que un guion”, ya que contenía “el desglose describiendo la película plano a plano, casi imagen a imagen, con el montaje ya previsto”, siendo así que, siempre según Robbe-Grillet, Resnais rodó la película “respetando muy cuidadosamente” lo escrito y “sin intervenir jamás para intentar modificar algo”; palabras con las que el escritor parece reivindicar una mayor autoría de la obra final – una idea que, viendo los posteriores trabajos de la filmografía de Resnais, uno no osaría poner en duda - aunque seguidamente – quien sabe si arrepentido por el menosprecio al trabajo de Resnais que se derivaba de sus palabras - matice esta idea apuntando que Resnais “convirtió la película sin embargo en una obra de Alain Resnais, en algo mucho más psicológico, mediante cambios casi imperceptibles, en la dirección de actores, en los efectos de sonido, en cosas tan imperceptibles que si uno lee mi libro y ve la película puede pensar que son exactamente lo mismo”).
 
Sea como fuere, nos encontramos ante una obra que permite un sinfín de interpretaciones (y por ello la que aquí se expone no es sino una de las tantas posibles), en la que la trama se descompone como en un inmenso rompecabezas de infinitas posibilidades; un rompecabezas tridimensional en el que el tiempo y el espacio se desdoblan, se superponen, se repiten o se estancan, sin someterse en ningún momento a la lógica de la narrativa convencional. Una mínima línea argumental es el punto de partida sobre el que se vertebra el enigmático universo de la película: X (Giorgio Albertazzi) se encuentra en las estancias de un lujoso hotel con Y (Delphine Seyrig), a la que trata de convencer de que ambos se habían conocido un año antes en los jardines de Frederiksbad (“o quizá fuera en Marienbad”), citándose para un nuevo encuentro un año después, pero Y afirma no recordar nada de lo que X le asegura que sucedió. Los encuentros de X e Y se suceden de manera repetitiva y no lineal (cambian los escenarios y las vestimentas de los personajes sin ninguna lógica aparente) en un escenario habitado por individuos que actúan como autómatas desprovistos de cualquier emoción, sombras fantasmagóricas que repiten una y otra vez las mismas conversaciones banales, los mismos gestos y movimientos (fotograma 1). En medio de este auténtico ejército de  muertos vivientes, entre los que destaca el inquietante M (Sacha Pitoëff), X se manifiesta como el único personaje con iniciativa, rebelándose contra la ausencia de emociones de la que hacen gala todos los personajes, incluida Y.
 
“No has cambiado nada, parece que fue ayer cuando nos separamos. Pero pareces no recordar”, se lamenta X durante su primer encuentro con Y (fotograma 2); y ante la negativa de ésta, insiste a cada nueva ocasión: “Fue el año pasado ¿Tanto he cambiado? ¿O es que finges no reconocerme?”. La memoria o su ausencia (el olvido), temas tan presentes en las primeras películas de Resnais (pensemos en Noche y niebla, Toda la memoria del mundo o Hiroshima, mon amour), parecen definir de manera categórica la diferente esencia de ambos personajes: X, en tanto que ser consciente, intenta desesperadamente provocar (o acaso generar) el recuerdo en Y, que se obstina en negar los hechos que éste le describe (“No era yo, te confundes con otra persona”). Al igual que el resto de seres inanimados que deambulan por el hotel, Y parece basar precisamente su existencia en la falta de recuerdos (y de ahí las acciones que los autómatas repiten de manera obstinada, como si cada vez fuera la primera en que las ejecutan).
 
La lucha de X, por tanto, es por rescatar a Y del mundo de sombras en el que se encuentra atrapada. Como Orfeo en busca de Eurídice en el Hades, X acude una y otra vez al reino de “habitaciones silenciosas donde el ruido de las pisadas es absorbido por alfombras tan espesas, tan gruesas, que uno no oye ni sus propios pasos” en busca de su amada, a la que entrega como prueba de su primer encuentro una fotografía “tomada una tarde en el parque” (fotograma 3). Pero Y niega la evidencia y se obstina en no recordar, o quizá simplemente es incapaz de hacerlo, dada su condición de ser inanimado (gélida estatua humana a la que vemos siempre con el mismo gesto – la mano izquierda sobre el hombro derecho - al principio de cada nueva aparición – fotograma 4).
 
“No esperabas nada. Era como si estuvieras muerta. Pero no es así. Todavía estás viva. Estás aquí. Te veo”, insiste X con obstinación para conseguir romper el hechizo que retiene a Y entre “gente inmóvil y silenciosa, muerta quizá hace tiempo”. Y, tras numerosos y repetidos intentos (como evidencia la imagen de Y abriendo un cajón en el que guarda incontables copias de la misma fotografía que una y otra vez le entregara X – fotograma 5), finalmente se rompe el maleficio y X consigue por fin alejarse junto a Y, emprendiendo un camino “a lo largo de rectos senderos, entre las inmutables estatuas, perdiéndose para siempre, en la noche tranquila. A solas conmigo“ (fotograma 6).
 
David Vericat
© cinema esencial (diciembre 2016)

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