Bergman

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Un verano con Mónica

En 1931 Tabú de Murnau estableció la referencia insuperable para un subgénero cinematográfico que tendría después una amplia descendencia: las historias de parejas a las que la fuerza del primer amor empuja a recluirse en sí mismas, fuera de la sociedad o en conflicto violento con ella. A esta corriente se adscribe Un verano con Monika, que mantiene la oposición entre la naturaleza y la ciudad, entre el día y la noche, característica de la película de Murnau, así como la proximidad del mar (aunque con diferentes connotaciones, de amenaza y liberación respectivamente).

Director:
Ingmar Bergman

Persona

En Persona subyace la malicia. Los cuerpos inertes, inocuos, si adquieren movimiento vital se precipitan al combate. El cuerpo muerto no es misterioso a no ser que su imagen sea recibida y tratada por un receptor (fotograma 1). Si el cuerpo es vivo su imagen tenderá a sociabilizarse y, en Persona, la resistencia a ello que va a oponer la paciente Elizabeth Vogler (Liv Ullmann) se irá ramificando en la interacción personal con su enfermera Alma (Bibi Andersson).

Director:
Ingmar Bergman

El manantial de la doncella

El manantial de la doncella se abre con la imagen de Ingeri (Gunnel Lindblom) avivando el fuego para preparar el desayuno en la granja de Töre (Max von Sydow). Con la hoguera encendida, y tras la irrupción de los primeros rayos de sol en la estancia, la joven invoca a Odín, el dios pagano, mientras que en la alcoba de Töre, la esposa Marëta (Birgitta Valberg) reza ante la imagen del Cristo en la cruz y hace penitencia vertiendo sobre sus muñecas la cera caliente de un cirio.

 

Director:
Ingmar Bergman

El séptimo sello

Si hay una imagen en la historia del cinematógrafo que exprese la búsqueda a una respuesta sobre la existencia de Dios, ésta es para mí la del caballero Antonius Block (Max von Sydow) mirando fijamente a los ojos de la condenada por brujería (Maud Hansson), a punto de morir quemada en la hoguera (fotograma 1). Ante la ausencia total de cualquier rastro del Dios por el que ha combatido durante diez años en Tierra Santa, el extenuado combatiente intenta hallar algún indicio del mismo a través de la figura del diablo (“Quiero verle y preguntarle por Dios. Él sabe más que nadie y me revelará”), pero su desesperado gesto es en vano: “Lo único que veo es el horror que paraliza tus pupilas. Nada más”, declara contrariado ante el rostro aterrorizado de la joven.

Director:
Ingmar Bergman