Avaricia
“Tres semanas no bastarían para intentar expresarles la pena que sentí tras la mutilación de mi propia obra”
Erich von Stroheim
“Tres semanas no bastarían para intentar expresarles la pena que sentí tras la mutilación de mi propia obra”
Erich von Stroheim
Aparajito, segunda entrega de la Trilogia de Apu, se inicia donde finalizaba La canción del camino, con la llegada de la familia Ray a Benarés en busca de una nueva vida. Inmediatamente, advertimos el contraste de la tumultuosa ciudad con el escenario de la pequeña aldea natal en la que transcurría la infancia del protagonista: callejones laberínticos que desembocan en las enormes escalinatas que conforman las orillas de un Ganges atestado de mercaderes, bañistas, sacerdotes, feligreses y todo tipo de personajes que hacen del río sagrado el centro de sus vidas.
La imposibilidad de satisfacer un deseo: “El Angel exterminador es una de las raras películas mías que he vuelto a ver. Lo que veo en ella es un grupo de personas que no pueden hacer lo que quieren hacer: salir de una habitación. Imposibilidad inexplicable de satisfacer un sencillo deseo. Eso ocurre a menudo en mis películas. En La edad de oro una pareja quiere unirse sin conseguirlo. En Ese oscuro objeto del deseo se trata del deseo sexual de un hombre en trance de envejecimiento, que nunca se satisface.
Desde la primera imagen de Emmi (extraordinaria Brigitte Mira), de pie en la entrada del bar de Barbara (Barbara Valentin) adonde llega para guarecerse de la lluvia, bajo la inclemente mirada del resto de clientes desde el otro lado del local (fotograma 1), percibimos la extrema soledad de la protagonista de Todos nos llamamos Alí (desafortunado título español que nada tiene que ver con el original Angst essen Seele auf – Cuando el miedo se come el alma).
De entre las muchas virtudes que encontramos en los grandes creadores de la historia del arte, talento y pasión son seguramente dos de las condiciones indispensables. Artistas con talento y sin pasión los hay a raudales: de ellos nos llegan las obras más academicistas, bajo formas de expresión acomodaticias y carentes del más mínimo riesgo.
A poco que cualquier cinéfilo se proponga la grata tarea de adentrarse en la vasta filmografía de Mikio Naruse (noventa y dos títulos entre 1930 y 1967), se hace del todo evidente la necesidad de reivindicar su nombre como uno de los grandes autores del cine japonés (lo que es lo mismo que decir de la historia del cine en general), merecedor sin duda alguna de un puesto junto a los incontestables Mizoguchi, Ozu y
"Un hombre sencillo y honesto, acorralado por depredadores sofisticados, puede, si lo desea, llegar hasta lo más profundo de sus recursos dados por Dios y surgir con todo el valor, ingenio y amor necesarios para triunfar sobre su entorno. Ese tema prevalecería en todos - excepto en dos - mis filmes posteriores. Era el grito de rebeldía del individuo contra ser pisoteado hasta verse reducido a pulpa por la masa: la producción en masa, el pensamiento en masa, la educación en masa, la riqueza en masa, la conformidad en masa"
Frank Capra
“Lo difícil, en la vida, no es cuando se quiere a alguien, sino cuando los dos sentimientos coexisten. Y tales son mis relaciones con América. Verdaderamente la quiero y estoy muy resentido con ella (...). Y me atacan de lados opuestos: algunos, a causa de mi testimonio, me tratan de reaccionario, pero muchos más son aquellos que dicen que muerdo la mano que me ha dado de comer, que soy anti-americano. Siempre hay fuego en mis películas. Es una manera de expresar lo que me gustaría hacer con ciertos aspectos de la vida americana”
Elia Kazan
Hay pocos personajes en la historia del cine que susciten a la vez tanto repudio y tanta piedad como el Jaibo (Roberto Cobo) de Los olvidados, tercera película de Buñuel en su exilio en Méjico y la primera gran obra maestra de la que es, para mi gusto, su etapa más brillante (la que cubre toda su etapa mejicana hasta El ángel exterminador, incluyendo por supuesto la española Viridiana).
“Detesto a quienes piensan primero en la cámara, y después en las historias que deben representar. ¿Qué le importa al público cómo se mueve la cámara? El público se fija en los personajes, en lo que dicen, en lo que quieren. No sabe nada de imágenes, de luces, de panorámicas, de travellings, y no verifica siquiera su existencia. Salvo los cinéfilos, naturalmente. Pero yo no hago cine para ellos, y nunca lo haré”
Otto Preminger