A pleno sol

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A pleno sol
Director:
René Clément

Título Original: Plein soleil / Año: 1960 / País: Francia-Italia / Productora: Paris-Films Productions / Titanus / Duración: 105 min. / Formato: Color - 1.66:1
Guión: Paul Gégauff, René Clément (Novela: Patricia Highsmith) / Fotografía: Henri Decae / Música: Nino Rota
Reparto: Alain Delon, Maurice Ronet, Billy Kearns, Marie Laforêt, Elvire Popesco, Erno Crisa, Ave Ninchi, Frank Latimore, Nerio Bernardi, Lily Romanelli, Romy Schneider
Fecha estreno:  10/03/1960

Cuando Marge Duval (Marie Laforêt) recibe la supuesta carta del finado Philippe Greenleaf (Maurice Ronet) anunciándole su ruptura, antes que desconsolada, la joven se muestra contrariada por el tono frío y distante del texto mecanografiado por su asesino y suplantador Tom Ripley (Alain Delon): “es anodino, insípido, es peor que si estuviera muerto”, comenta extrañada la joven sin saber que, en realidad, está describiendo a la perfección el carácter del protagonista de esta extraordinaria adaptación de la no menos sobresaliente novela de Patricia Highsmith.
 
Calculador, amoral y desprovisto de cualquier rasgo emotivo, Tom Ripley actúa con la fría determinación de un autómata. Acude al encuentro del ocioso heredero con la supuesta misión de hacerle regresar junto a su adinerada familia en San Francisco, pero muy pronto advertimos que sus propósitos son otros muy distintos: en plena correría nocturna por Roma, cuando los dos amigos se deshacen de la compañía de una joven alocada, él guarda en secreto el pendiente que la rubia pierde antes de despedirla de mala manera. No sabemos las intenciones iniciales del protagonista, probablemente no sean las de asesinar a Greenleaf sino simplemente hacerle chantaje con su prometida para aumentar los cinco mil dólares de recompensa por devolverlo a San Francisco, pero muy pronto el plan adquiere una dimensión completamente distinta. Ripley se muestra como un ser de personalidad difusa que sólo se materializará por medio de la suplantación. Como las misteriosas vainas de La invasión de los ladrones de cuerpos, el protagonista vive agazapado a la sombra de su víctima, observando detenidamente todos sus movimientos y reacciones para, una vez eliminado, mimetizarse él mismo en un nuevo Greenleaf.
 
Este proceso de suplantación, que ya se apunta en la primera secuencia de la película cuando vemos a Ripley firmando unas postales en nombre de un complacido Greenleaf, se evidencia en posterior imagen del protagonista ataviado con las ropas del joven heredero y besando su propia imagen reflejada en el espejo (una acción que deja entrever una más que posible atracción sexual de Ripley hacia Greenleaf), idea que queda reforzada en el posterior plano de Greenleaf (reflejado en el espejo) recriminando a Ripley (al que vemos en primer término) su comportamiento (fotograma 1).
 
A partir de este momento, la relación entre Ripley y Greenleaf se va a desarrollar en forma de un peligroso juego de poder y sumisión que culminará con el episodio en el que, durante una travesía en velero junto a Marge, y a causa de una pesada broma de Greenleaf, Ripley es abandonado durante unas horas a bordo de un pequeño bote a la deriva. Cuando finalmente es rescatado a punto de fallecer por una insolación, la determinación del protagonista de acabar con Greenleaf parece ya absolutamente irrevocable. El asesinato, después de desembarcar a Marge, ofuscada por el calculado hallazgo del pendiente que Ripley deja en el bolsillo de una de las americanas de Greenleaf, se produce en el transcurso de una partida de póker (de nuevo, la imagen del juego), dando lugar a uno de los mejores momentos de la película: tras la cuchillada mortal, los elementos de la naturaleza parecen sublevarse y Ripley deberá deshacerse del cadáver luchando contra un vendaval que hace ir el velero a la deriva (Clément hace incluso callar la excelente partitura de Nino Rota para reforzar la idea del protagonista sometido a la fuerza del viento arreciando contra el velamen – fotograma 2). Una vez liberado del cuerpo de Greenleaf, Ripley desciende al camarote y mordisquea con avidez un melocotón, en un afortunadísimo y sencillo gesto con el que Delon consigue transmitir de manera asombrosa la amoralidad del personaje (fotograma 3).
 
Eliminado Greenleaf, Ripley prosigue el proceso de suplantación: se hace con la máquina de escribir y los documentos bancarios del muerto, aprende a imitar con precisión su firma (magnífica la secuencia del protagonista trazando una y otra vez la rúbrica sobre la imagen proyectada en la pared – fotograma 4), reserva una habitación de hotel en su nombre y llama por teléfono a Marge haciéndose pasar por el despechado Greenleaf. Únicamente la intromisión del desconfiado Freddy (Billy Kearns) pondrá momentáneamente en peligro los planes del protagonista, que no dudará en acabar también con la vida de éste actuando de nuevo como Philippe Greenleaf (lo que dará lugar a otra secuencia memorable, con Ripley cargando lastimosamente el pesado cadáver desde su apartamento hasta el automóvil para hacerlo desaparecer en las afueras de la ciudad).
 
De vuelta a Mongibello, Ripley consuma su plan con la redacción de una carta póstuma en la que Greenleaf anuncia su suicidio después de auto inculparse por el asesinato de Freddy. El círculo está perfectamente cerrado y al protagonista únicamente le resta seducir a la desconsolada Marge para hacerse con la fortuna que él mismo le ha legado en nombre de Greenleaf (Clément plasma la culminación del plan de suplantación con una panorámica sobre la pareja tendida en un sofá en la que vemos el rostro de Marge pero no el de Ripley, convertido por fin en el alter ego de su víctima – fotograma 5).
 
Aunque Patricia Highsmith alabó la adaptación que hizo René Clément de su novela, calificando el filme como “tan bello para la mirada como interesante para el intelecto”, expresó su malestar por el final (que en ese caso me guardaré de desvelar) a su entender moralizante de la película. No niego que pueda ser visto de esta manera, pero personalmente me parece un espléndido desenlace por la inesperada y originalísima irrupción del infortunio en el calculado e impecable plan del impertérrito protagonista.
 
David Vericat
© cinema esencial (marzo 2018)
 
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