La canción del camino

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Director:
Satyajit Ray

Título Original: Pather Panchali / Año: 1955 / País: India / Productora: Government of West Bengal / Duración: 115 min. / Formato: BN - 1.37:1
Guión: Satyajit Ray (Novela: Bibhutibhushan Bandyopadhyay) / Fotografía: Subrata Mitra / Música: Ravi Shankar
Reparto: Kanu Bannerjee, Karuna Bannerjee, Uma Das Gupta, Subir Bannerjee, Chunibala Devi
Fecha estreno:  26/08/1955 (India) / 07/05/1956 (Cannes Film Festival)

La primera vez que vemos a Apu (Subir Banerjee) ya como niño (después de haberlo visto en el prólogo de la película como bebé) lo hacemos en el momento en que su hermana Durga (Uma Das Gupta) le despierta para hacerle ir a la escuela. Y lo primero que vemos del joven protagonista es uno de sus enormes ojos asomando por el orificio de la manta que le cubre totalmente (fotograma 1), elocuente y bellísima presentación del personaje a través de cuya mirada se va a vertebrar la narración de este emotivo poema sobre la vida y la muerte que supuso la irrupción de Satyajit Ray en el panorama cinematográfico con la primera entrega de una de las más fascinantes y hermosas trilogías de la historia del séptimo arte.

 

Los ojos del pequeño Apu serán los faros que iluminan los episodios de la vida cotidiana de una humilde familia bengalí en su lucha ante las adversidades y la miseria a las que deben hacer frente en su incierto día a día. Habitantes de una vieja casa “tan cerca del bosque que los chacales vienen hasta la puerta cuando oscurece”, el padre, Harihar Ray (Kanu Bannerjee), es un sacerdote seglar que fantasea con su ilusión por convertirse en un famoso poeta y sacar de la pobreza a la familia, mientras que su esposa, Sarbojaya Ray (Karuna Bannerjee)*, que ve como la vida que había anhelado (“Tenía tantos sueños. Imaginaba tantas cosas para el porvenir”) ha devenido una quimera, intenta sacar la familia adelante sin poder evitar descargar su frustración contra su suegra, Indir Thakrun (Chunibala Devi), a la que reprime constantemente ante la afligida mirada de Apu y, sobre todo, de su hermana Durga, que cuida de su abuela ofreciéndole a escondidas piezas de fruta que coge del huerto de sus adineradas tías.

 

Esta actitud rebelde de la joven Durga será el vehículo que hará de guía en el proceso de pérdida de la inocencia del pequeño Apu. Inconforme con el aciago destino de la familia (al que ni la actitud soñadora del padre ni la postura resignada de la madre parecen poder hacer frente), Durga se sirve de la transgresión para intentar escapar de la dura realidad a la que se ve sometida: coge la fruta del huerto de sus tías (que antes fue de la familia y que el padre se vio obligado a vender en pago de una deuda), toma melaza junto a su hermano Apu a escondidas de la madre, e incluso es acusada de robar un collar a una de sus primas, razón por la cual será duramente castigada por la madre (magnífico el plano de madre e hija, ambas llorando desconsoladamente, separadas por el muro del patio de la vivienda).

 

También llevará a su hermano Apu a descubrir el mundo exterior más allá de los muros en los que viven prácticamente confinados: siguiendo al vendedor de golosinas hasta la vivienda de sus tías (Ray realza la magia del momento con un plano en el que vemos las siluetas de los personajes reflejadas en las aguas de un río) o acompañándole por primera vez hasta las vías del ferrocarril que atraviesan los arrozales para ver pasar fugazmente un tren que se pierde en el horizonte, llevándose consigo los sueños inalcanzables de los dos hermanos (fotograma 2 - en una de las más hermosas secuencias de la película).

 

Y será también a través de su hermana Durga, que el pequeño Apu se enfrentará por primera vez a la muerte: a la de la abuela Indir, a la que los dos hermanos encuentran agonizando en el camino de regreso de su excursión a las vías del ferrocarril; y a la de la propia Durga, enferma de pulmonía después de haber desafiado a la lluvia durante una violenta tormenta (“cuando pase la fiebre iremos a ver el tren. Estoy segura que entonces podremos verlo”, le promete Durga a su hermano desde el lecho en el que acabará falleciendo – fotograma 3).

 

La vida y la muerte, los sueños y la realidad, la alegría y las penas se suceden ante la mirada del joven protagonista mientras las fuerzas de la naturaleza permanecen impasibles ante las adversidades que asolan a la familia. Ausente el padre en busca de un mejor futuro para los suyos, la llegada de una nueva carta anunciando una vez más la demora de su regreso es puntuada por Ray por una serie de planos del agua de un río, insectos caminando por su superficie, plantas acuáticas meciéndose con la corriente, libélulas sobrevolando la orilla, en un devenir cadencioso ajeno al infortunio de los protagonistas.

 

Tras la muerte de Durga, y mientras el matrimonio empaqueta sus pocas pertenencias para abandonar su vivienda y emprender viaje en busca de nuevas oportunidades, Apu encuentra oculto en un pequeño tarro de melaza el collar que supuestamente había robado su hermana (fotograma 4). Lo toma en su mano, sale de la casa y lo lanza a las aguas de un estanque, que inmediatamente quedan de nuevo cubiertas por el fino manto de plantas acuáticas que sepultan la joya robada, mientras una enorme culebra se desliza hacia el interior de la casa vacía, como tomando posesión del lugar finalmente abandonado por la familia, que observa la tierra que dejan atrás desde el pequeño carruaje en el que parten en busca de un nuevo futuro.

 

David Vericat
© cinema esencial (Abril 2017)

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* A pesar de la coincidencia de apellidos entre los intérpretes que dan vida al padre, la madre y el joven Apu, no existía ningún parentesco real entre ellos.

 
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