El sueño eterno

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El sueño eterno
Director:
Howard Hawks

Título Original: The Big Sleep / Año: 1946 / País: Estados Unidos / Productora: Warner Bros. Pictures / Duración: 114 min. / Formato: BN - 1.37:1
Guión: William Faulkner, Leigh Brackett, Jules Furthman (Novela: Raymond Chandler) / Fotografía: Sid Hickox / Música: Max Steiner
Reparto: Humphrey Bogart, Lauren Bacall, John Ridgely, Martha Vickers, Dorothy Malone, Regis Toomey, Elisha Cook Jr., Peggy Knudsen, Charles Waldron, Charles D. Brown, Bob Steele, Elisha Cook Jr., Louis Jean Heydt
Fecha estreno: 22/08/1946 (Atlantic City, premiere) / 23/08/1946 (USA)

“Le pedí a Raymond Chandler que me explicara quien mataba a tal y cual. Me envió un cable diciendo que era George no-sé-cuantos. Le dije que no podía ser George; estaba en la playa en ese momento. Me mandó otro cable diciendo, ‘Entonces yo tampoco lo sé’. En realidad, no le importaba. Era la primera vez que hacía una película y decidía no explicar las cosas. Me limitaba a tratar de hacer buenas escenas”
Howard Hawks
 
Si bien es cierto que, a pesar de lo que cuenta Hawks, una revisión atenta permite atar (casi) todos los cabos de la complejísima trama criminal de El sueño eterno, resulta evidente que ésta no es más que un telón de fondo que el director toma como excusa para filmar lo que verdaderamente le importa: la historia de amor entre dos personajes que se mueven en un universo de poder, crimen y corrupción en el que nadie parece estar a salvo ni ser completamente inocente. Es como si nos encontráramos sobre una enorme y finísima tela de araña repleta de personajes por la que hay que transitar casi sin posarse para no caer en la trampa de su enmarañado argumento. Al contrario: para disfrutar al máximo de la película conviene dejar para otro momento el intento de discernir las relaciones y motivaciones de sus numerosísimos protagonistas y, confiando en que todo encaja, deleitarse con su extraordinaria puesta en escena, sus memorables diálogos y el magnetismo de una pareja protagonista que derrocha química en cada fotograma como consecuencia de su relación amorosa iniciada durante el rodaje de Tener y no tener y que se afianzaría en el de El sueño eterno (en contra de la opinión de Hawks quien, descubridor de Lauren Bacall, mantenía una relación casi paternal con la joven actriz), una vez que Bogart se divorciara finalmente de su tercera esposa.
 
Este universo de corrupción a que hacíamos referencia queda magníficamente plasmado en el arranque de la película, durante la visita de Philip Marlowe (Humphrey Bogart) al general Sternwood (Charles Waldron), un viudo millonario que pasa los últimos días de su vida recluido en un invernadero, rodeado de orquídeas cuyo olor “dulzón recuerda a la misma corrupción de la carne humana” (fotograma 1) y al que ya sólo le queda disfrutar “por delegación” viendo como la gente bebe mientras debe hacer frente a los chantajes que recibe a causa del licencioso comportamiento de sus dos hijas Vivian Rutledge (Lauren Bacall) y  Carmen Sternwood (Martha Vickers), de las que el propio general afirma que tienen “la misma corrupta sangre. Tendrán todos los vicios normales, y se habrán inventado alguno más”.
 
Aceptando el encargo de librar al general del acoso de uno de esos chantajistas, Marlowe va a introducirse en una intrincada trama en la que, como ya se ha dicho, casi todos los personajes (desde el mismo general y sus dos hijas hasta el último de los muchos secuaces que aparecen en la historia) actúan por oscuros intereses al margen de cualquier código ético. Frente a ellos, únicamente el detective Marlowe, que recibe a sus clientes en un paupérrimo despacho (“La honradez alimenta poco”) y un tal Harry Jones (Elisha Cook Jr.), un hombrecillo que sacrificará su vida para salvar la de su pérfida amada, Agnes Lozelle (Sonia Darrin), muestran una conducta regida por una moral que parece haber sido desterrada de una ciudad que, no en vano, Hawks nos muestra continuamente bañada en sombras o cubierta por la lluvia.
 
Pero tampoco Marlowe sale del todo indemne del envite: bebedor empedernido y mujeriego a pesar de un físico que le aleja del galán al uso  (“¿No es muy alto, no?”, le inquiere la ninfómana hija menor del general en su primer encuentro; “Hice todo lo posible”), su facilidad por aceptar cualquier proposición de sus rendidas admiradoras (memorable la secuencia con la joven dependienta de la librería - Dorothy Malone -, con una elipsis con la que Hawks deja vía libre al espectador para que imagine la tórrida escena entre la joven y el detective – fotograma 2) irá menguando a medida que caiga prendado de la bella Vivian, por quien se negará a dar el caso por terminado (una vez que el chantajista resulte muerto en extrañas circunstancias) para poder descubrir la causas del misterioso comportamiento de ésta (Marlowe quiere averiguar el paradero del desaparecido Shawn Regan, antiguo hombre de confianza del general y de quien sospecha que tuvo una relación con Vivian).
 
Todos los momentos entre la pareja son memorables: su primer encuentro en casa del general en el que entablan un duro combate dialéctico (Marlowe con la camisa empapada de sudor en contraste con la elegancia de Vivian, marcando su diferente status social); el primer contacto físico, después de que Marlowe lleve a Carmen completamente drogada a la mansión para evitar que quede involucrada en el asesinato del chantajista Geiger (cuando Marlowe menciona a Shawn Regan, ella se abalanza contra él y éste le sujeta los brazos, momento en que escuchamos un trueno y el destello de un relámpago nos indica la chispa que ha surgido entre la pareja – fotograma 3); el siguiente encuentro en el despacho de Marlowe, con la conversación marcada por el gesto inconsciente de Vivian de rascarse la rodilla bajo la atenta mirada de Marlowe (fotograma 4) y su posterior episodio de complicidad para burlar la llamada a la policía que Vivian había hecho; la secuencia en la que Vivian, dando el caso por terminado, le entrega un cheque de su padre y realiza toda una declaración de intenciones a raíz de una banal conversación sobre las carreras de caballos (“Hablando de caballos también me gusta apostar. Pero antes miro cómo corren. Si arrancan de salida o desde atrás. Descubro sus particularidades. Qué los hace correr”); o el momento de su primer beso, después de que Marlowe la salve de un falso robo a la salida de la casa de juegos de Eddie Mars (John Ridgely) y le inquiera directamente sobre su relación con aquél.
 
Llevado por el influjo de Vivian, Marlowe irá sumergiéndose en un torbellino de conspiraciones hasta descubrir que, en realidad, Regan fue asesinado por la desequilibrada Carmen (aunque Vivian intenta atribuirse el acto para salvar a su hermana); pero para entonces el amor de Marlowe es ya inquebrantable y decide salvar a la familia atribuyendo el crimen a Eddie Mars, muerto a manos de sus propios secuaces.
 
“Déjame hablar a mí. No sé lo que contaré pero se parecerá a la verdad”, se compromete Marlowe mientras esperan la llegada de la policía. ”Te olvidas de una cosa. Yo”, le reta Vivian. Él la coge por el brazo y la atrae hacia sí: “¿Qué hay de malo contigo?”;  “Nada que no puedas arreglar”.
 
David Vericat
© cinema esencial (noviembre 2018)

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