El desvío

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Detour (Desviación)
Director:
Edgar G. Ulmer

Título Original: Detour / Año: 1945 / País: Estados Unidos / Productora: Producers Releasing Corporation / Duración: 67 min. / Formato: BN - 1.37:1
Guión: Martin Goldsmith (Novela: Martin Goldsmith) / Fotografía: Benjamin H. Kline / Música: Leo Erdody
Reparto: Tom Neal, Ann Savage, Claudia Drake, Edmund MacDonald, Tim Ryan, Esther Howard, Pat Gleason, Don Brodie, Roger Clark, Eddie Hall, Harry Strang
Fecha estreno: 15/11/1945 (Boston, Massachusetts)

20.000 dólares costó esta obra maestra, una película de culto que consigue que todas sus dificultades y limitaciones se conviertan en virtud. Englobada en la Serie B por su escaso presupuesto, Detour no oculta su humildad de medios con escenarios pequeños, múltiples escenas en coches, uso de transparencias y actores poco conocidos, pero tampoco una potencia visual y determinación en lo que cuenta que la acaban convirtiendo en una obra clave del género. Edgar G. Ulmer, discípulo de Murnau, el gran maestro del expresionismo alemán, no disimula sus influencias y suple su falta de medios con una fuerza visual basada en una fotografía brillantísima de contrastes muy marcados; de claroscuros, sombras, juegos de luces y toda la estética expresionista tan ligada al género negro. En poco más de una hora, tenemos todos los ingredientes del noir: mujer fatal, estética expresionista, voz en off, fatalidad del destino… y todo con un ritmo tranquilo pero constante, ejecutado por Ulmer de forma magistral.
 
Detour se inicia con la llegada a un bar de Al Roberts (Tom Neal), un hombre en apariencia torturado por algo, tenso, irascible y al cual perturba una melodía que escucha, lo cual le lleva a recordar la historia que le llevó a ese lugar y a esa situación (fotograma 1). Para iniciar el flashback el recurso usado es un cambio de luces, expresionista al máximo, sin ocultar su artificiosidad. Así vamos conociendo la historia y a un personaje que es sumamente pasivo, pesimista, falto de iniciativa, influenciable, gris… El protagonista dice añorar esa época antes de introducirnos en el flashback, pero conforme conocemos su historia las circunstancias no parecen corresponderse con las sensaciones que él tenía en ese momento; esto resulta ambiguo ya que puede deberse a una reinterpretación del personaje de la realidad, o simplemente esa añoranza sea producto de ver cómo ha empeorado su situación desde entonces. El hecho de que todo esté contado desde el punto de vista del protagonista, en definitiva, dota a la historia de una ambigüedad extraordinaria, no llegando a saber nunca si lo que se nos cuenta es verdadero o inventado.
 
Posteriormente la voz en off elogia su trabajo, que comparte con su novia Sue (Claudia Drake), llegando a describir su situación como “trabajar en el cielo”, pero cuando toman la palabra los personajes su espíritu no es el mismo: Sue le dice que no se amargue y él confiesa que no tiene esperanza de algo mejor (“salgamos de esta jaula”, le espeta el protagonista a su novia al salir del local). Ante la noticia de que Sue se va a Hollywood, Roberts se siente decepcionado y se pierde en la niebla en un plano sumamente metafórico, alimentando esa estética onírica, como si fuera ensoñada (fotograma 2).
 
Vemos una conversación telefónica entre Sue, ya instalada en Hollywood, y Roberts, todavía en Nueva York. En ella sólo vemos hablar a Roberts y tan solo se nos inserta un plano de Sue al otro lado del teléfono, pero en el que no dice nada. Tras esto, Roberts se pone en marcha para ir a Hollywood haciendo autostop. Es recogido por un dicharachero conductor (Edmund MacDonald) que dice ser corredor de apuestas, el cual le habla de una chica que le arañó en la mano cuando la recogió haciendo también autostop y a la que posteriormente bajó del coche al no aceptar sus proposiciones. Después de comer, Roberts conduce un rato pero se ve obligado a parar cuando empieza a llover para poner la capota al coche. Al hacerlo, se da cuenta de que su acompañante no está dormido sino muerto. Argumentando que no tiene otra salida, Roberts se hace pasar por el conductor y la sensación de extrañeza y ambigüedad va aumentando por momentos: de nuevo, no sabemos qué ha pasado, si la muerte fue natural, como nos cuenta Roberts, o ha sido un homicidio.
 
En el trayecto, Roberts acaba recogiendo a la autoestopista que su acompañante había rechazado. Vera (Ann Savage) es lo opuesto a él: dominante, decidida, agresiva, la femme fatale de la película. Vera se duerme en el coche, y ahí tenemos un plano realmente escalofriante, por su minimalismo y sencillez, en esos ojos que se abren de la chica para descubrir finalmente que Roberts no es quien dice ser (fotograma 3). Este hecho provoca que Roberts se vea sometido a un chantaje del que nunca parece poder salir. Ambos  planean deshacerse del coche y conseguir un dinero para luego irse cada uno por su lado, pero todo parece destinado a que eso no suceda. Vera se insinúa varias veces a Roberts y éste la rechaza, los elementos eróticos de la novela se han eliminado. 
 
Una noticia en el periódico y la dificultad para deshacerse del coche vuelven a impedir que la pareja se separe. La noticia no es otra que al estar el padre del conductor Haskell a punto de morir, se está buscando a su hijo, lo cual podría suponer grandes beneficios para la pareja si Roberts continua haciéndose pasar por él. Roberts se niega y esta disparidad de pareceres desemboca en la muerte accidental de Vera (en una de las mejores secuencias de la película) cuando, al intentar cortar el cable del teléfono con el que ésta pretende llamar para obtener la herencia, Roberts la estrangula sin querer. El apartamento en el que se alojan es diminuto, opresivo y subraya esa sensación de pesadilla, de ensoñación, de irrealidad, que se acentúa aún más con los sucesivos enfoques y desenfoques de varios objetos de la habitación en el travelling que vemos posterior a la muerte de Vera (cuyo cadáver nos es mostrado a través de un espejo – fotograma 4).
 
En la conclusión, una vez más, siempre quedará la ambigüedad de si todo lo que se nos ha contado es verdadero, producto de un autoengaño o simplemente un engaño consciente por parte del protagonista. Es llamativo que la voz en of hable de un futuro hipotético que vemos suceder en ese mismo momento, en el magnífico plano final de la película (fotograma 5). Así tenemos dos opciones: o un caso de fatalidad del destino que se ceba con el pobre Roberts, o una invención del protagonista para no asumir sus culpas, que pueden ir desde la muerte de las personas que vemos en la película hasta la de su propia novia…
 
Es muy probable que David Lynch se inspirase en esta cinta para su espléndida Carretera perdida (en el caso de Lynch parece claro que su opción es la de que todo es inventado por parte del protagonista). Los paralelismos son claros: los protagonistas son músicos (en la de Lynch es saxofonista, en ésta pianista, aunque también hay una mención a un saxo que toca un canto fúnebre); a los dos les atormenta una melodía; hay dos mujeres, una rubia y otra morena (si bien en la de Lynch son la misma actriz); el protagonista se desdobla, en la de Lynch literalmente, en ésta haciéndose pasar por otro; planos como el de Roberts perdiéndose en la niebla al principio recuerdan al de Bill Pullman perdiéndose en la oscuridad de su casa; la importancia de la carretera en ambas, así como aspectos comunes de la trama como chantajes, muertes accidentales en apariencia…
 
En definitiva, una road movie pesadillesca, turbadora, ambigua, ensoñada, para un clásico del cine negro, tan poco conocido como indiscutible.
 
Mr. Sambo
© cinema esencial (agosto 2016)
(Reseña original en cinemelodic.blogspot.com.es)
 
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Puntuación de Mr. Sambo: 9
 
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VÍDEOS: 
Trailer (V.O.I.)

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